Nuestras tilmas



Nuestra Señora de Guadalupe - Patrona de América Latina

Para el día de hoy (12/12/13):  
Evangelio según San Lucas 1, 39-48



(Al menos en la superficie, solemos conocer el llamado milagro de nuestra Señora de Guadalupe. Nos han contado o hemos leído las cosas increíbles que sucedieron en la cima del Tepeyac, nos emociona la profundísima humildad de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, las flores que se derraman, la imagen maravillosa de la Virgen encinta que perdura hasta hoy, más de 480 años después.

Juan Diego era un hombre muy pequeño, y nó exactamente de estatura. Conocemos a millones parecidos a él, que solemos cruzar por nuestras calles, a menudo sin darnos cuenta. Son los hijos más pequeños de Dios, los que nadie suele escuchar, a los que nadie dá importancia excepto cuando hace falta mano de obra barata, votos a contar o carne de cañón para el horror de la guerra. Y con la mejor de las intenciones, hasta su bello nombre nahuatl le habían quitado, imponiéndole en el bautismo un apelativo español y aparentemente cristianizado.

Aquí no se trata de ideología, de sociología, de crítica histórica o religiosa. Aquí se trata de corazones.

Ese Juan Diego que pasa por el Tepeyac se abriga de las inclemencias de la montaña y el desierto con un poncho o manta de pobre, una tilma, ayate tejido con simples fibras de magüey -nunca de algodón o lino-. La extensión de la tilma le permite cubrir su pecho y a su vez portar algunas cargas
Allí en el Tepeyac sucede lo impensado, acontece lo imposible: una Mujer de Sol, grávida del Salvador, se aparece al más pequeño de todos los hijos, en un idioma que él entiende perfectamente.

Desde allí, Juan Diego tendrá por misión el destino primordial de los santos: ser testigo, pero por sobre todo, ser un hombre bueno. Y él será totalmente fiel en el cumplimiento de ese mandato.

Al día de hoy, la tilma permanece completa y fulgente con nosotros a pesar del tiempo transcurrido. Y una de las grandes preguntas que nos debemos -deuda de sinceridad- es reconocer qué se ha quedado grabado en nuestras tilmas.
El espejo en donde mirarse es este Juan Diego, silencioso hermano de todos nosotros, ése que descubre que la Buena Noticia es para todas las mujeres y hombres de buena voluntad, sin importar banderas, culturas, idiomas. En todas las lenguas se puede entender el mensaje feliz y eterno.
Porque se trata de una Mujer de Sol, la Madre de Dios que preanuncia en su embarazo la llegada del Salvador, de Dios con nosotros. 
Su tilma lleva grabada de manera indeleble a María del Magníficat, la del Dios de los pequeños y los humildes, la del Dios fiel a las promesas, la del Dios que derriba a los poderosos de sus tronos, la del Dios de la misericordia y la compasión, la del Dios que se pone abierta y escandalosamente del lado de los pobres, de los que no cuentan.

Por eso hoy y siempre, ¡Huey, Tonantzin!, ¡Salve Madre de Dios!, ¡Salve, María de Guadalupe!. Y que viva México, que festeje Latinoamérica, que celebre toda la Iglesia, porque la alianza sigue viva y latiendo entre nosotros, porque Dios no nos abandonará jamás)

Paz y Bien



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