Anunciación de todas las alegrías



Para el día de hoy (20/12/13):  
Evangelio según San Lucas 1, 26-38



(Nos encontramos bajo un sol bravo, en esa aldea polvorienta que presuntuosamente algunos denominan pueblo. Se trata del caserío llamado Nazareth, en donde apenas sobreviven campesinos y algún que otro artesano.

Estamos a más de 100 kilómetros de Jerusalem. Este caserío galileo no tiene relevancia cultural, ni importancia estratégica ni comercial. Es prácticamente un asentamiento. 
Por el simple hecho de pertenecer a la provincia Galilea, los puros y piadosos citadinos de la Ciudad Santa nada bueno esperan de Nazareth. Más aún, se empeñan en despreciarla, mentándola Galilea de los Gentiles; es que siete siglos atrás, una invasión asiria deportó a la mayoría de la población judía e instauró colonos por toda la zona, extranjeros que traían consigo su idioma y sus dioses. Es por ello que por más que los nazarenos, por más que dieran muestras de fidelidad a la fé de sus mayores, siempre estarían bajo sospecha. Si bien son nuestros, no son para nada como nosotros han de pensar, y es el mismo esquema que solemos sostener para todas las periferias y arrabales de nuestros mundos.

Pero el Evangelista Lucas no se limita a brindarnos una toma fotográfica, algo bucólica. Con especial exactitud, nos brinda que en esa aldea menor se encuentra una muchacha que es casi una niña. Por los rígidos mandatos legales y sociales, ella no cuenta por mujer, por campesina, por pequeña. Sólo tendrá algún derecho delegado que le brinde su futuro esposo, un carpintero del lugar a la que está prometida.
Ella es totalmente judía y palestina: de seguro ha de tener, de acuerdo a sus orígenes familiares y étnicos, un rostro bronceado por los punzantes soles de la zona y cabellos morenos, a pesar de que a través de la historia se han hecho pinturas y esculturas que la definen rubia, europea, india latinoamericana, con ojos celeste cielo o tez de muchacha de barrio.

-debe ser porque, sin darnos cuenta, imaginamos muy parecidos a nosotros a aquellos a quienes amamos. Y Ella sin dudas lo es, aunque en otros aspectos- 

Allí en donde nada bueno ni nuevo se espera, allí a quien nadie prestaría un segundo de su atención para la escucha o el diálogo porque se trata de una nadie, allí mismo se hace presente un Mensajero que es, literalmente, la Fuerza de Dios, Gabriel. 

Gabriel irrumpe en la silenciosa vida de la niña, pero la trata con un respeto y una consideración inusitadas, como pidiéndole permiso y disculpas por la intromisión. 

El amor de Dios resplandece en la pequeña y enorme transparencia cordial de María, y no es arriesgado imaginar a un extraño Dios que se enamora de Ella, y que pone en sus manos el destino de la humanidad. Por eso mismo, el universo entero contiene el resuello, temeroso de que Ella -justificadamente- diga que nó, que retroceda temerosa de su nada, avergonzada de su insignificancia. Es una hija fiel de Israel y conoce las tradiciones y profecías de su pueblo, y lo que le plantea el Enviado es más que demasiado. Es virgen -apenas está prometida a un carpintero del lugar- pero sin embargo le propone ser la Madre del que todos esperan.

Por eso su Sí es tan grande, tan determinante, tan paradójicamente concluyente. Aunque la razón le diga que no, sigue los mandatos de su co-razón. Aunque es Ella sola, tan pequeña frente a la inmensidad de su Dios, confía. Confía como locamente confían los que se atreven a la fé y al amor. Y así la historia adquiere sentido, destino, y la tierra deviene santa. Porque si la creación es un gesto de amorosa bondad, la Encarnación es el asombroso designio de la Gracia que todo lo hace posible, un Dios que se hace uno de nosotros en Jesús de Nazareth a través de María.

Anunciación es saludo infinito a María, Madre de Dios, Llena de Gracia.
Anunciación es instauración mansa de todas las esperanzas y las alegrías, de un Dios que se juega abiertamente por los pequeños y los que no cuentan, del amor que engendra vida nueva y total.
Anunciación es la afirmación definitiva de que Dios todo lo transforma desde las periferias en donde nada suele esperarse, de el tiempo de los imposibles ha finalizado, de que Él siempre cumple con sus promesas y que, por sobre todo, es Salvación incondicional y gratuita para todos los que se animan a confiar)

Paz y Bien



 

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