Los sueños del carpintero



Para el día de hoy (18/12/13):  
Evangelio según San Mateo 1, 18-24



(Hay cosas que -por esos favores que se suelen conceder a una ortodoxia y a una exégesis rigurosas- suelen soslayarse y pasarse de largo por considerarse irrelevantes o carentes de importancia.
Más concretamente, y aunque los Evangelios no lo mencionen explícitamente, se trata del amor entre María y José de Nazareth, esos jóvenes esposos a los que nos gusta quitar sus caracteres humanos, con lo cual devienen en instrumentos obedientes pero pasivos de Dios, marionetas fieles sometidas a los designios divinos.
Sin embargo, en las Escrituras podemos intuir la presencia entre ellos dos de ese amor que los florecía. Así entonces, quizás, puedan explicarse ciertas cuestiones.

Ante todo, el porqué ese carpintero judío, humilde y pobre artesano descendiente del rey David, es vindicado sin asomo de dudas como un hombre justo.

Es un hombre justo porque, más allá de cualquier juego de vocablos, ajusta su voluntad a la voluntad de Dios.

Él pertenece al resto fiel del pueblo de Israel. Es de esos hombres -escasos, claro está- que llevan inscrita en las honduras de su corazón la ley de Dios pero que les bulle mansamente el Espíritu que ha animado a esa ley, el Dios de sus mayores, Dios de la vida y la libertad. Para José no se trata de preceptos tallados en piedra ni de rígidos reglamentos a cumplir de modo automático, espacios estrechos en donde ni la compasión ni el amor tienen lugar. El legalismo absurdo y sin sentido es inaceptable para hombres así.

La mujer que ama y con la que quiere vivir toda la vida -están prometidos pero aún no cohabitan- presenta un embarazo asombroso. Por esa sintonía de afecto profundo entre ellos, hemos de suponer que se contaban todo lo que les sucedía, al modo que los novios de todo tiempo comparten sus sueños. Por eso mismo, ese embarazo que viene de Dios se le hace ajeno por completo, y no por la biología ni por la inflexibilidad de la ley que implicaba un libelo de repudio y una muy posible lapidación de la contrayente frente a un potencial adulterio.

Las dudas no están sobre María, las dudas están sobre sí mismo. Es un hombre íntegro que sabe el abismo que separa su escasa humanidad frente al misterio de su Dios, un misterio que descubre creciéndose en silencio en el interior de esa mujer que ama.
Así, él se descubre inmensamente indigno de ser partícipe de esa conjunción, y por ello su intención del repudio en secreto. Así, él quedaría ubicado en el lugar que supone le corresponde pero, especialmente, la muchacha y el niño que viene estarán a salvo de cualquier represalia legal. 

Es claro que las condiciones que nos impone la razón son tan determinantes. Pero a la verdad no se accede solamente a través de los limitados parámetros de la razón, sino también del co-razón.

Las Escrituras toman a los sueños como herramienta simbólica para la revelación de Dios al hombre. Pero los sueños también son el ámbito en donde pueden resolverse aquellos problemas que en la vigilia -en la determinación racional- no encuentran respuestas. Los sueños como momento propicio para aquellos que no se resignan ni se rinden, de los que a pesar de andar confundidos y no entendiendo del todo no bajan los brazos y confían, y esperan con todo y a pesar de todo.

En los sueños del carpintero un Mensajero se aparece trayendo certezas y calma. Y no es arriesgado imaginar que el Mensajero puede hacerse presente también porque José se atreve a soñar.

José tendrá la importantísima misión de brindar a ese Hijo increíble y maravilloso un apellido y una vertiente real que responderá a las expectativas mesiánicas de todo un pueblo. En caso contrario, ese Jesús sólo sería un niño sin nombre ni historia, un pobre bastardo irrelevante.

¡Qué importante es dar un nombre! En las modas y banalidades de nuestros tiempos, hemos olvidado su real importancia y significado. El nombre otorga una identidad y personalidad concretas al nombrado -Dios Salva-, y en nuestro caso tan importante misión de corresponde a ese ignoto carpintero belenita del cuidado y la protección, del servicio y el amor genuino, sin condiciones.

Él no ha engendrado a ese Niño, pero no por ello será menos padre. Más aún, ese Niño que transformaría la historia de la humanidad, seguramente recordaría que a su padre carpintero le llamaba Abbá, y con ese recuerdo magnífico y cálido enseñaría unas verdades acerca de Dios que aún hoy nos cuestan aceptar.

Los Evangelistas no rescatan palabra alguna pronunciada por el carpintero capaz de soñar. Sin embargo, ello quizás no sea necesario, porque hay gentes así, como José de Nazareth, que pasan por la vida en silencio, con un silencio que es más estridente que cualquier grito, a los que les basta hacer lo que deben y se dan por cumplidamente felices al vivir en plenitud la propuesta de destino a las que se les invita, la de ser esposo y la de ser padre, la de saberse mínimo pero también importantísimo para los planes de Dios, porque el tiempo de la Gracia es tiempo Santo de Dios y el hombre)

Paz y Bien


3 comentarios:

José Ramón dijo...

Ricardo interesantes estos escritos Ricardo puede pasar a recoger el regalo de Aniversario de Creatividad e imaginación fotos de José Ramón Saludos

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Gracias, querido hermano y amigo Rafael. Seguiremos andando nomás pues nos anima el sol mismo que nos nace de lo alto.
Que este Dios que nos nace bendiga a tí y a tu familia con su paz y su bondad.
Un abrazo grande
Paz y Bien
Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Gracias por tu constante y gentil presencia, José Ramón. Dios bengida y acreciente tu generosidad
Paz y Bien
Ricardo

Publicar un comentario

ir arriba