Las cosas por decir



Para el día de hoy (18/11/13):  
Evangelio según San Lucas 18, 35-43




(Si nos dejamos llevar por el episodio narrado en el Evangelio para el día de hoy, dos cosas sobresalen nítidas. Una, los gritos confiados y crecientes de ese hombre ciego, mendigo a un costado del camino. La otra, la disponibilidad de Jesús de Nazareth para escuchar a quien le suplicaba, a pesar de los esfuerzos de varios por acallar al molesto gritón.

El ciego a la vera del camino no utiliza términos muy precisos en su clamor: cuando llama al Maestro Hijo de David -título que Jesús rechazaba- demuestra que es parte de la mentalidad religiosa imperante en su tiempo, y es que el Mesías esperado sería de la nobleza proveniente de la Casa Real de David, es decir, de dinastía davídica, un rey muy de carne y hueso. Y a pesar de ello, y a pesar de sus ojos imposibilitados, el quiere ver a ese Cristo del que tanto ha escuchado hablar, de las cosas asombrosas que ha realizado por toda galilea
Sus gritos son una molestia, como son incómodos los gritos de los dolientes, de los pobres, de los que sufren, de los molidos por la injusticia. Porque esas voces nos recuerdan en las honduras de la conciencia a aquellos que pasamos de largo, nuestras omisiones, nuestras comodidades, nuestro espantoso conformismo.
No hay modo: a medida que se lo pretende reducir al silencio, el ciego grita cada vez más fuerte, y los ayes jamás dejan de ser escuchados con atención por el Señor.

Ese hombre grita en su soledad, grita desde su dolor pero también grita porque confía. No es exacto en sus palabras -es controversial cuanto menos el modo de llamar al Maestro-, pero tiene más fé que todos aquellos juntos que intentan solaparlo.

Las cosas por su nombre. Uno de los grandes aportes del psicoanálisis es la verbalización de lo patológico, como modo de comenzar el sendero de la remisión. Y de un modo más sencillo, podemos afirmar que es menester reconocer la propia enfermedad para sanar. Las cosas hay que decirlas sin ambages sin pretendemos curarnos.

Porque el Salvador está pacientemente esperándonos, y no deja de prestarnos atención ni de estar disponible a pesar de tanta bulla, de esas ganas de escondernos. La primacía, el primer paso, el acercarse es siempre cosa de Él, y basta confiar un poco para que comiencen a ocurrir los milagros)

Paz y Bien


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