Estos barrancos nuestros

Para el día de hoy (03/02/13):  
Evangelio según San Lucas 4, 21-30


(El Evangelio para el día de hoy es un excelente espejo en el cual debemos volver a observarnos, escudriñando en las profundidades de nuestras almas. Es probable que la imagen que nos devuelva no sea para nada agradable ni confortable, pero aunque duela tendrá la fuerza de la verdad si la aceptamos con sinceridad, evitando la trampa de las caricaturas, los maquillajes, los preconceptos.

Jesús está de vuelta en su querencia, Nazareth de Galilea, y sus paisanos están admirados de cómo habla y de lo que dice. Asume en sí mismo las promesas de siglos realizadas por antiguos profetas de palabras inconmovibles; como si eso no bastara, habla de liberación de los oprimidos, de redención de los cautivos, de un Dios que es pura bondad, Dios de Gracia y Misericordia que inaugura un año interminable de júbilo y de restauración desde la justicia para con los más pobres y excluidos.
Sin embargo, deliberadamente omite las certezas de venganza y derrotas aplastantes de los enemigos de Israel, y reivindica a dos extranjeros, despreciables por tales y por estar enfermos.

Estos paisanos nazarenos creen conocerlo bien, al fin y al cabo, es el hijo del carpintero, al que vieron crecer entre ellos. Obviamente que sus expectativas no iban más allá de que siguiera con la tradición del oficio paterno, de formar una familia y poblar de hijos la aldea polvorienta.
En cambio, este trastornado se ha largado a los caminos, no hace ni dice lo que se espera de Él, habla de Dios con una autoridad insospechada y sana a enfermos y endemoniados. Precisamente por la fama que lo precede -oyeron de las curaciones que realizó en la cercana Cafarnaúm- quieren que -extraño y todo- haga lo mismo allí en su patria chica. Lo suponen propio y exclusivo, un sanador que le dará al ignoto poblado cierto prestigio, pero nada más que eso.

Nuevamente el espejo. La imagen que advierten los nazarenos les desagrada, y oscilan desde la admiración hacia la violencia. Es que un campesino tan parecido a ellos -su mismo acento, sus mismas costumbres- no puede atribuirse las cosas de Dios, no puede hacer cosas imprevistas, no puede reivindicar con énfasis a los que todos execran y repudian.
Jesús nunca se calla a la hora de decir verdades, y eso los enfurece más aún, y pretenden llevarlo al barranco de su enojo y su decepción. Él no encaja en su molde, y por ello es menester suprimirlo.

Nosotros somos tristes poseedores de barrancos similares. 
Al Cristo que a menudo nos habla con Palabras del Espíritu, con savia de verdad lo rechazamos de antemano en un juicio sumario e inmisericorde. Nos conviene un dios acotado a nuestros mezquinos parámetros, y también vecinos que se callen en resignado mutismo estéril. Por esos barrancos del rechazo, de la ceguera y de la sordera -tan racionalizadas todas ellas- gustamos de aferrarnos al pasado, tenaces negadores de un presente que quiere florecer en verdad y rápidos supresores de cualquier futuro más humano y justo.

Pero por la Gracia y la Misericordia de Dios, el Cristo de nuestra Salvación indeclinable y valientemente veraz, pasa por en medio de nuestras tristes furias y sigue su andar peregrino de redención)

Paz y Bien


1 comentarios:

Una Julieta de Jesùs dijo...

Gracias hermano Ricardo ! por lo que nos comparte ! Què maravillosa es la Palabra del Señor !!

Es la Luz que colma nuestro corazòn ! y nuestro Espiritu ! asi es cuanta misericordia !

Hermano Ricardo le deseo una Feliz y muy Bendecida semana !

Bendito sea de todo corazòn buen hermano*

Paz y Bien * ☼ *

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