Más allá de nuestras fronteras


Para el día de hoy (09/02/12):
Evangelio según San Marcos 7, 24-30

(La Palabra para el día de hoy nos sitúa en la región de Tiro, región de paganos y extrajeros/extraños y, por lo tanto, impuros.

Jesús abandona los ámbitos judíos conocidos y se adentra silenciosamente en esa región; a pesar de intentarlo, no pasa desapercibido. Nunca el bien y la bondad pasan desapercibidos o quedan ocultos.
Sin embargo, Jesús de Nazareth -nuestro hermano y Señor- es totalmente humano, el más humano de todos y no es inmune a toda una carga de tradiciones culturales y religiosas de su pueblo. Esta no es una cuestión menor, pues podemos inferir que hay en el Maestro un proceso creciente de conversión y apertura hacia todos, sin excepción, desde las entrañas de su corazón misericordioso.

Allí, en esa casa en donde pretendía pasar un tiempo de incógnito, las gentes se comienzan a agolpar y se hace presente una mujer, cuyo status es harto complicado para la mentalidad imperante: es mujer, es extranjera, es pagana y, como si esto no fuera suficiente, su hija está agobiada por un espíritu malo que la aliena y atenaza. En síntesis, es impura y réproba por donde se la mire y es mejor evitarla para no impurificarse.

Quizás porque el Maestro aún porta el lastre de sus ancestros es porque le habla de una manera tan dura y extemporánea: parecería que las bondades del banquete de Salvación sólo están disponibles para los hijos de Israel.

Pero esta mujer es ante todo una madre que ama a su hija al extremo, y es capaz de todo con tal que salga de su estado de postración y sufrimiento: se arroja a los pies de Jesús -aún siendo extranjera, lo reconoce como Señor sin ambages- y pone en sus manos la vida de la hija enferma. Confía plenamente en que en ese rabbí galileo encontrará sanación y liberación del mal que la agobia. Le basta una migaja de misericordia infinita.

Y Jesús se asombra de la fé profunda de la sirofenicia, y sucede el milagro: la hija recupera la salud, se ha sanado por ese amor de madre inquebrantable y por la compasión de Dios que se expresa en Él.

El Maestro derriba las fronteras desde su inmenso corazón: la Salvación se brinda infinita y generosa, desdibujando los conceptos mezquinos de propios y ajenos, de razas, culturas y religiones.

Es nuestra misión pendiente: en donde menos lo esperamos, allí en donde suponemos la no pertenencia o que no llega la Gracia, allí florece la bendición y la paz.

Todo se decide desde la confianza y la fé que brotan de cada corazón.)

Paz y Bien

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