Las otras sandalias

Para el día de hoy (04/12/11):
Evangelio según San Marcos 1, 1-8


(Como todos los profetas, Juan sorprende y asombra.
Es un hombre pleno, es un hombre de Dios, es un hombre inesperado.

Inesperado por sus ancianos padres, casi resignados a no tener descendencia y a los que les nace un hijo bendito en su vejez.
Inesperado por los poderosos, porque no hay manera de derribar ni acallar a un hombre íntegro, incansable buscador de esa justicia que la conoce anidada en el corazón de su Dios.
Inesperado por el pueblo en su agobio, sus palabras son lluvia santa que renueva corazones y esperanzas, que sana corazones malheridos, que reorienta la mirada hacia el horizonte infinito.

Desoye la tentación del templo y el palacio: le basta el río y el desierto, porque antes que en los sitios intuye que lo sagrado anida en cada persona.
En sus palabras y su actitud florece la vida y es imposible esa corrupción que tanto nos insulta y que sólo tiene por fruto la muerte. Se viste con pieles de animales y se alimenta con miel silvestre, porque sabe que sobreabunda la providencia bondadosa de un Dios que nunca abandona a los suyos, y que se expresa en los frutos de la tierra, más no en el sometimiento falaz al dinero.

Sin lugar a dudas, es un hombre molesto. Molesta a los que detentan el poder en provecho propio, pues no se calla jamás a la hora de la verdad: es el profeta que anuncia al Dios-con-nosotros pero que a la vez denuncia a todo lo que se opone a la vida. Molesta también a las cargas que impiadosamente nos adosamos: a nadie le simpatiza que le señalen con toda justicia aquello que lo hunde.
Benditos sean estos molestos.

Las gentes desvestían sus corazones de capas de miserias y quebrantos; luego erán bautizados en las aguas del Jordán. Este bautismo es un símbolo que preanuncia la Pasión del que ha de venir, y al que Juan prepara el camino: el bautismo implica sumergirse en el agua purificadora, muriendo a una vida escasa para renacer a una vida en plenitud.
El Maestro asumirá la cruz y los horrores de la muerte para resucitar y quedarse para siempre.

Y en un gesto en total armonía con su talla de hombre humilde y veraz, se declara indigno de desatar las sandalias de Aquel que está por venir.
A primera vista, es un signo de humildad suprema: en aquellos tiempos, era tarea de esclavos quitar el calzado de sus amos cuando regresaban al hogar al final de cada jornada. Sin embargo, es menester ahondar en este gesto porque se revela algo mucho más profundo en su significado.

Existía en Israel una antigua tradición e institución denominada goelato. El Go'el era el pariente fuerte elegido que asumía la tarea de rescatar a aquellos familiares que por diversas circunstancias habían caído en la miseria, en el abandono, en la esclavitud. A ello se dedicaba, en ello ponía todo su empeño, su poder, sus recursos. El Go'el era el redentor de sus hermanos.
Y la renuncia o transferencia jurídica de este mandato de redención se efectivizaba simbólicamente quitándose el Go'el titular las sandalias y entregándolas al que habría de sucederlo.

Este signo del Bautista es de una trascendencia enorme.
El que está por llegar es el Redentor, el Go'el, un Dios pariente y cercano que pondrá todo de sí para liberar a sus hermanas y sus hermanos.

Un Dios que se hace cercano, hermano, padre, hijo, un Niño Santo para la liberación)

Paz y Bien

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