Paz de los corazones, legado del Señor















Para el día de hoy (21/05/19):  


Evangelio según San Juan 14,  27-31a





Todos aquellos que hemos sufrido la pérdida de un ser querido, solemos atesorar las últimas palabras, gestos y momentos de quien se ha ido. A menos que la memoria nos juegue una extraña pasada -porque la memoria está condicionada por los sentimientos- esos recuerdos tan valiosos no se convertirán en pasto de olvido.

El Maestro lo sabe, porque es conocedor como nadie del corazón humano y más especialmente de aquello que anida en las honduras de los suyos. Él está por partir de la manera más dolorosa e ignominiosa, morirá como un delincuente abyecto y marginal -poco que ver con el Mesías glorioso que ellos aguardaban- y para ellos vendrán días de miedo y soledad. Aún deben pasar por el éxodo de la Resurrección para descubrir que Él se vá para quedarse de manera definitiva.

Por ello mismo, a contrario de un mundo que se precia de elegir el mal menor, Él les hereda un bien mayor, su paz. No es un cúmulo de buenas intenciones, ni una paz mundana, la paz que supone ausencia de conflictos, pax imperial sostenida a fuerza de las armas, paz que se define por el miedo y la necesidad de sobrevivir, paz que encuentra su hogar primordial en los cementerios.

La paz de Jesús de Nazareth es Shalom universal que siempre es comienzo, renuevo, hija dilecta de la verdad y hermana gemela de la justicia.
Shalom de tierra prometida, de no resignación -jamás-, de humildad y mansedumbre, de devoción al hermano, de glorificación a Dios en los pobres y pequeños, de seguir adelante con todo y a pesar de todo, la inmensa fidelidad de morir para que otros vivan.

Paz y Bien

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