La luz más valiosa








Santos Timoteo y Tito, obispos

Para el día de hoy (26/01/17):  

Evangelio según San Marcos 4, 21-25




En tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la mayoría de las viviendas familiares se componían de una sola habitación amplia que hacía las veces de cocina, sala de comer y dormitorio colectivo. Hablamos del siglo I, y lógicamente el día prácticamente se terminaba al caer el sol, pues se acostumbraba a levantarse al alba y a trabajar duramente hasta el atardecer; de ese modo, el único momento del día en que la familia podía reunirse y compartir era a la caída del sol y comienzos de la noche.
Sin embargo, algo tan común para nosotros era impedimento grave para ellos, y es que la vida se acotaba a la par de la ausencia de la luz natural, y el modo de prolongar el día, el reencuentro familiar -la vida misma- era encendiendo una luz en el hogar; el problema es que el aceite que alimentaba las lámparas era carísimo y a las velas sólo podían acceder los ricos o bien los sacerdotes para el culto, por lo cual las familias tenían una sola lámpara que se colocaba en un estante o escalón elevado en esa habitación única para que la luz se propagara.

Hay un gesto obvio, y es que colocando esa lámpara en lo alto todos los rostros se iluminaban, padres, hijos y parientes se reconocían entre sí y se alejaban los miedos, las fobias y se achicaba la noche. Al ser tan valiosa, nadie en su sano juicio colocaría esa lámpara bajo la cama o bajo un cajón. 

A pesar de todos los cambios y de toda la tecnología, también hoy tenemos en nuestras manos la luz más valiosa, la luz del Evangelio que se nos ha confiado. Esconderla para unos pocos elegidos es internarse por atajos de maldición. Esa luz debe llegar a todas las gentes, a todos los pueblos, a todas las circunstancias. Todos los rostros deben iluminarse, todos deben ser conocidos y reconocidos, y por ello la misión es amplísima, nunca restrictiva.

Quien vive en la luz de Cristo irradia a los demás ese resplandor vital de Salvación, luz de la caridad que se acrecienta en tanto se comparte para mayor gloria de Dios.

Paz y Bien

1 comentarios:

ven dijo...

Si no irradiamos la luz de Cristo a nuestro alrededor, aumentará la sensación de oscuridad que prevalece en el mundo. Gracias, por sus palabras de vida, un abrazo fraterno.

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