La justicia del Dueño de la viña






Para el día de hoy (17/08/16):  

Evangelio según San Mateo 19,30- 20, 16




La Palabra debe ser contemplada, escuchada con devoción antes que interpretada según nuestros acotados criterios. Se corre el riesgo de trampearnos en la pura letra y despreciar la profundidad, lo simbólico, el significado eterno de la enseñanza de Jesús de Nazareth.

Así, una lectura superficial se quedaría solamente en los jornaleros que comienzan temprano, en los que se incorporan a medio día, los que trabajan poco tiempo, incorporados a lo último. El salario, un denario, se correspondía con el jornal diario de un labriego o un bracero, indispensable para el sustento de los campesinos sin tierra: invariablemente debían cobrar hacia el fin del día ese denario, pues ello definía si su familia comía o pasaba hambre.

Desde esa misma perspectiva achatada, el Dueño de la viña se comporta de manera injusta, toda vez que paga lo mismo a los que más trabajaron como a los que hicieron pocas cosas. Más aún, pagarle lo mismo a todos a la vez entraña cierta provocación y el conflicto que podría haberse evitado efectivizando el pago a cada grupo por separado.

Pero volvemos al postulado inicial. La viña era el símbolo de Israel, del pueblo cuidado y cultivado amorosamente por Dios. La viña aquí, frente al Dios encarnado -Jesucristo- es el pueblo de la nueva alianza, la Iglesia, la comunidad cristiana.
Y aunque parezca obvio, es imprescindible tener en cuenta que la viña es del Señor, y que es Él quien llama a jornaleros para diversas tareas, aún a horas intempestivas: no es poco, es una inmensa bendición de confianza, de un Dios que convoca al hombre a edificar su Reino en la historia. Por eso es que la misión cristiana y, por ende, la Iglesia, no es producto de los esfuerzos humanos sino una inmensa gracia que se nos brinda de manera generosa, incondicional y sin contar los méritos acumulados.

Extraño Dios que recibe con una enorme sonrisa a los publicanos, a las prostitutas, a todos los descastados, a los que el mundo execra. Extraño Dios que paga a todos con bondad y generosidad el salario de la Gracia, aún cuando no lo merezcan, aún cuando se enojen los que llevan cierta antigüedad en estas lides.

La justicia de Dios es la misericordia y su pago, infinitamente generoso, es el Espíritu Santo que se brinda como rocío bienhechor.

Una pequeña regresión: el Dueño de la viña, según los criterios usuales, paga de manera desequilibrada, salarios que debían ser distintos de acuerdo a los esfuerzos de cada trabajador. Una pequeña llamada para los razonadores de miseria y los aplaudidores del desempleo, este Dueño extraño...iguala para arriba, y aunque alguno se horrorice, unos cuantos de nosotros alegramos cada vez que los pobres suben un pequeño peldaño y se agranda la mesa de los trabajadores.

Paz y Bien




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