Verdad, unidad y mundo




Para el día de hoy (11/05/16):  

Evangelio según San Juan 17, 6a. 11b-19




Continuamos hoy contemplando y meditando la oración sacerdotal de Jesús en la Última Cena. 
La plegaria del Señor es vehemente, fervorosa y entrañable por los suyos, por sus amigos, por los Once y por aquellos que le seguirán a través de la historia. 
No es un dato menor que sus afanes, aún cuando la sombra ominosa de la Pasión parezca tragarse todo, que su principal preocupación sea el bien y la plenitud de los suyos, referencia y signo exactos de donación, de amor incondicional.
Así, su oración se volcará en tres ríos caudalosos que llevan la misma agua pura de la Salvación, quizás en reflejo cordial de la Trinidad de amor: que sus amigos sean consagrados en la verdad, que permanezcan unidos y que estando del mundo no sean poseídos por él, pues sólo son de Dios.

Consagrados a la verdad, en la atenta escucha de la Palabra de Dios que se encarna y se pone en práctica, se hace vida cotidiana, verdad que es luz entre tantas tinieblas, verdad que es liberación, la sagrada libertad de los hijos de Dios.

Que los discípulos permanezcan unidos entre ellos, espejo fiel de la unidad indivisible y amorosa entre el Padre y el Hijo, porque se trata de una familia creciente y nó de islotes individuales, y porque esa unidad también expresará el firme arraigo a la verdad. Unidad para crecer, unidad que prevalece a pesar de lo diverso porque tiene un grato distingo converso, de encuentro con Dios y con el hermano, de ceder el el paso al último, del único poder que es el servicio.

La fidelidad a la verdad y la tenaz unidad vuelve a los discípulos ajenos y repudiables por un mundo estructurado a través del poder, del dominio, de adjudicar a cada uno un precio -negación falaz de la Gracia-. Por su rostro fiel, el mundo los expulsará y terminará odiándolos con fervor, pues su sola presencia, aún cuando sea silenciosa y humilde, pone en evidencia la monstruosa máscara inhumana que suele solazarse en los más débiles. De allí que los discípulos estarán en el mundo sin ser de él, sin ser de lo que es ajeno a Dios y a la plenitud de la humanidad, y de allí se comprende la misión de sal y luz, misión para que en estos campos a veces tan yertos florezca la vida, la justicia y la paz, para que no campeen las tinieblas sino que la esperanza de nuevos amaneceres nos engalane el corazón.

Paz y Bien  
 

1 comentarios:

ven dijo...

Quien pertenece a la verdad, jamás será esclavo de algún poder, sino que siempre sabrá servir libremente a los hermanos”, Gracias, un gran saludo.

Publicar un comentario

ir arriba