O hijos, o esclavos



Para el día de hoy (21/06/14) 

Evangelio según San Mateo 6, 24-34




En el mismo seno de la fé cristiana, siempre ha estado presente -como fuente de conflictos no deseados- cierto tipo de temporalidad adjudicada, que refiere a las secuencias temporales que atribuímos a las cosas de Dios. Así, la providencia poseería cierta cualidad actual pues está directamente relacionada al sustento, a la pervivencia, y el Reino de Dios a lo postrero, un cielo post mortem. Tristemente también, y aún a menudo sin darnos cuenta, tomamos las enseñanzas del Maestro con cierto tenor utópico y romántico, como si lo vivido y predicado por Cristo fuera anacrónico o bellamente imposible.

Pero los tiempos de Dios no son los nuestros, y el Reino está aquí y ahora entre nosotros.

La disyuntiva que nos plantea el Maestro es taxativa, sin medias tintas, y tiene que ver con la plena libertad de los hijos y las hijas de Dios, de reaíz enteramente amorosa y filial, o la esclavitud de los que rinden culto al falso y tramposo dios del dinero.
Quizás una hermenéutica de la economía aquí no sea posible, por las limitaciones de quien escribe y por no ser el espacio adecuado para ello. Sin embargo, la evidencia tangible estriba en que el dinero hace demasiado tiempo que ha perdido su carácter instrumental y por eso deviene en su absolutismo actual, en su generación sagazmente brutal y continua de miseria y de inhumanidad.

Si nos atrevemos a una fenomenología rudimentaria, el ídolo es el Dinero -Mammón en las Escrituras-, su cielo el mercado y su liturgia se esboza en los centros financieros que reniegan tenazmente de los pobres, crueles aras del sacrificio humano porque en sus altares se inmola al prójimo.

No hay espacio ni tiempo para mixtura justificadas. La justicia es la misericordia que Dios nos concede a diario y que replicamos cordialmente en el servicio al hermano, desde la generosidad, la abnegación y la solidaridad.

Podrán argüirse mil y un motivos, razones bien fundadas, cuestiones nacionales y lógicas de estado. Pero el principio es invariable, y el horizonte no se desdibuja en las ansiedades de la cotidianeidad.
Porque es cosa propia de los hijos la libertad, y esa libertad implica el compromiso rotundo de toda la existencia en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia.

Paz y Bien


2 comentarios:

pensamiento dijo...

La justicia de los hombres que no brote de la reconciliación por la «verdad del amor» queda inacabada; no es auténtica justicia .

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Es verdad. Es sólo cumplimiento legal -que no está mal- pero nuestra vocación nos lleva más allá de esas fronteras muy escasas.

Gracias por su presencia

Paz y Bien

Ricardo

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