En el pan compartido encontramos el sentido perdido

 





Para el día de hoy (07/04/21):  

Evangelio según San Lucas 24, 13-35



Ellos se iban de Jerusalem caminando hacia Emaús, se alejaban de la comunidad creyente sumidos en la esperanza quebrantada, en el desconcierto de sus ideas vulneradas, en la tristeza de la pérdida, doloroso aroma a Viernes Santo sin horizonte. 


Presos de una imagen de un Mesías adecuado, no pueden entender ni aceptar a su Maestro en derrota, ni tampoco que ese peregrino no esté al tanto de lo que sucede. Tienen cierto tono de reproche sus palabras, y es la exigencia que imponemos de que el otro sufra de la misma manera de que lo hacemos nosotros cuando nos amanece el dolor.

Tres días ya que se ha muerto, que lo han muerto, que la cruz romana ha decidido su suerte. Hasta sus enemigos están en cierto modo conmocionados. Algunas mujeres y dos de los Once advirtieron que la tumba está vacía, pero es una constante: sus corazones tardíos no se atreven a ver más allá de lo evidente.


Pero el Nazareno del cual se lamentaban iba a su lado. La tristeza les nubla la vista, y Él -con frondosa paciencia- relee toda la historia de su pueblo y todas las historias de sus existencias a la luz de las Escrituras. Porque a la luz de la Palabra toda vida cobra nuevo sentido, y ningún sacrificio deviene vano.


Aún así, esa sensación de desamparo nos alcanza, y cuando cae el sol de la angustia es menester no estar solos. Pero hay que animarse, atreverse a pedirle al Caminante que se quede con nosotros porque se nos cae la tarde, la esperanza, la paciencia, y el horizonte se desdibuja.


En el pan compartido -a pesar de que se acerquen las sombras- encontramos el sentido perdido y recobramos la trascendencia que nos falta porque está El.


Cuando el pan se comparte en mesa de hermanos, pan para el hambriento y Palabra que nutre toda existencia, a Él lo reconocemos, vidas con aroma a pan y a vino fraterno.


Paz y Bien

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