El vino de la vida, el vino nuevo de comunión

 



Para el día de hoy (18/01/21):

Evangelio según San Marcos 2, 18-22



El ayuno era una norma ascética y piadosa que se cumplían a rajatabla: suponía la actitud de aplacar las furias de un Dios enojado por las infidelidades y quebrantos, es decir, ofrenda que se realizaba con mecánica precisión para obtener el favor divino.


Es claro que a menudo cambiar ciertas costumbres arraigadas no es tarea fácil, ni en aquellos tiempos ni en estos: por ello mismo, a la par de fariseos, los discípulos del bautista eran pertinaces ayunadores a pesar del bautismo de perdón y conversión de Juan, a pesar de reconocer a Jesús como Maestro.

Tristemente, no estamos demasiado lejanos a esa postura: aún hoy la maravillosa e inexplicable acción de la Gracia en nuestras existencias no ha atravesado la caparazón de las costumbres que instituimos sin dudar.

Es mucho más cómodo un dios manejable por actos nomenclados, nos gusta más que nos impongan códigos rituales predeterminados y crueles, que el aceptar en toda su inmensidad la magnífica libertad de las hijas e hijos de Dios, hijas e hijos que respiran compasión y misericordia.


Está Jesús con nosotros, y es el signo inefable de que son tiempos de alegría con todo y a pesar de todo, de ese destino de fiesta y alegría para toda la humanidad, sueño bondadoso e infinito de Abbá Padre de Jesús y Padre nuestro.


Ello implica un cambio raigal: el vino de la vida, el vino nuevo de comunión, de brindis compartido requiere barriles nuevos, no maderas enmohecidas de lo antiguo y perecedero, sino las maderas nuevas de la Salvación, maderas que a veces son también los brazos de una cruz de horrores, el amor mayor.


Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

Que seamos vino nuevo! Paz y Bien 🙏 Bendecida Semana 🙏

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