Amor y justicia, el juicio de las naciones












Para el día de hoy (19/02/18):  
 
Evangelio según San Mateo 25, 31-46








En los tiempos postreros y definitivos, cuando acontezca la justicia definitiva, lo que decidirá todos los destinos no es tanto la pertenencia religiosa, la exactitud ritual, la puntillosidad en el cumplimiento preceptual o los amores declamados, sino el amor proclamado y ejercido hacia los pequeños, los desamparados, los indefensos.

Esta cuestión deja perplejos a los discípulos y a nosotros también, ovejas y cabritos, a la derecha o a la izquierda, mujeres y hombres de toda religión, cultura y nación que no tienen demasiada conciencia del Evangelio y de Cristo. Porque el Dios de Jesús de Nazareth no sólo se pone del lado de los más pequeños, de los que no cuentan, de los derribados por la pobreza: este Dios está en ellos, y la realeza y el reinado mesiánico en ellos se manifiesta.

No se trata de una opción ideológica, un teísmo, una interpretación más dentro de las diversas corrientes eclesiales y exegéticas. Históricamente, por varias razones y no pocos pecados, hemos estructurado instituciones organizadas de fé compartida, las religiones que practicamos y a las que pertenecemos.
Pero Jesús viene a plantear algo más profundo y universal, que no se limita a la fracción creyente del universo.

Asombrosamente, parece que la religión que la que Él impulsa tiene que ver con ese amor concreto y cabal, ejercido a pura bondad con los hambrientos, con los sedientos, con los forasteros, con los que no tienen ropas, con los presos y cautivos, con los que sufren y los enfermos.
El amor como religión, el amor como culto verdadero, el amor como única dimensión para mensurar la estatura humana.

Todo lo demás -culto, preceptos, estudios, pertenencias- es importante, sin lugar a dudas. Pero hemos de buscar primero el Reino y luego todo vendrá por añadidura.
Quiera Dios que nuestra única credencial válida y vigente sea la de la solidaridad y el socorro, frutos primeros y mejores de la Buena Noticia, cimientos de la alegría, fundamentos de la paz y la justicia.

Paz y Bien

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