Pobreza de Dios




Para el día de hoy (07/04/16):  

Evangelio según San Juan 3, 31-36



Si un aspecto del misterio de Dios revelado por Jesucristo nos deslumbra es su absoluta pobreza, una pobreza que no debe entenderse como carencia sino como entrañable decisión amorosa de no reservarse nada para sí, de brindarse por entero a sí mismo para el bien de sus hijas e hijos, para toda la humanidad.

Pobre sin menoscabo, infinitamente rico en misericordia, Dios que se despoja de su divinidad y se abaja, se hace humano, se hace tan cercano como un vecino, un Padre, un Hijo que amamos y que nos abre todas las puertas y nos despeja todos los horizontes.

Un Dios que todo lo ofrece, hasta su propio Hijo, nuevo Cordero que quita todo el mal que a veces parece enseñorearse sobre el mundo. 
El Dios que se hace un Niño frágil en brazos de su Madre, y que busca nuestros brazos en esa pequeñez que ama y que amará y conmoverá a Jesús de Nazareth.

Es menester, es imprescindible ingresar confiados a ese Reino asombroso que no se rige por la lógica del mundo. El amor de Dios es ilimitado y es también una señal y una invitación para cada uno de nosotros, a no tener límites en la caridad, a romper ciertas fronteras que imponemos y que impiden llegar al prójimo en donde el rostro del Altísimo resplandece.

No hay recetas ni reglamentos prioritarios; en todo caso, éstos tienen un carácter instrumental o de medios. La clave/llave de todo destino radica en seguir los pasos de Cristo, quien tiene todo en sus manos, quien jamás nos abandona, un compromiso que antes que adhesión a una idea implica una cercanía inseparable a una persona, Aquél que es camino, verdad y vida.

Paz y Bien

1 comentarios:

ven dijo...

La pobreza es algo maravilloso porque nos da libertad, significa que son menos los obstáculos que nos separan de Dios. Gracias.

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