La fé cristiana, creer en una persona



Santos Felipe y Santiago, apóstoles

Para el día de hoy (03/05/14):  
Evangelio según San Juan 14, 6-14


Todas las religiones -inclusive y especialmente la fé católica- suelen tener un corpus dogmático, es decir, un canon de doctrina fundamental que legitima e identifica su identidad religiosa y su pertenencia. Y a partir de esas doctrinas, a su vez, se articulan preceptos, normativas morales y especificaciones cultuales.

No está mal, claro está, es propio de nuestro carácter humano el querer tener las cosas claras y taxativas, sin esa laxitud que suele asolar estos campos por una excesiva sobrevaloración mundana de todo relativismo.

Sin embargo, al igual que Felipe, al igual que Santiago, hemos de reflexionar con asiduidad cotidiana para regresar al primer principio, aquél que confiere una identidad única a nuestra fé cristiana: antes que en ideas, dogmas, doctrinas, lo que nos define como cristianos es que creemos y confiamos en una persona, Jesús de Nazareth el Cristo de nuestra salvación, nuestro hermano y Señor.

En Él hay una asombrosa identificación en simbólica forma de cruz: el madero mayor, que apunta al cielo, lo identifica totalmente con su Padre, de tal modo que Dios es Jesús y Jesús es Dios. Y el madero horizontal lo identifica totalmente también con los creyentes, de tal modo que por la fé las hermanas y hermanos de Jesús seremos capaces de cosas asombrosas, de todos los milagros, de amar como Él amaba, de vivir como Él vive, de hacernos Evangelio que se predica con la propia existencia antes que con las palabras, testimonio fecundo de servicio, de misericordia y compasión.

Por ese Cristo se allana la búsqueda de Dios, pero también el sendero de regreso en nuestros frecuentes extravíos. Porque Cristo mismo es el camino.

Por ese Cristo no andaremos más en las sombras ni acosados por la mentira, porque Cristo es verdad, y esa verdad es causa decisiva de nuestra liberación, nuestra justicia y nuestra paz.

Por ese Cristo la vida plena, eso que llamamos felicidad, se pone al alcance de cada corazón, y en medio de tanta muerte la vida se expande, la vida prevalece, la muerte no tiene la última palabra.

Unidos a ese Alguien concreto, Jesús de Nazareth, todo es posible, los nunca y los jamás dejan sitio a la eternidad en el día a día.

Paz y Bien

0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba