No hay lugar

"Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazareth, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David,
para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento,
y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. " (Lc 2, 1-7)

Nos puede ser de mucha utilidad un mapa.

Por aquel entonces el Imperio decidió que todos sus súbditos debían ir a sus pueblos de origen para empadronarse – algo así como los censos actuales -.

Y allí van José y María, su esposa, con su embarazo a término, por caminos de tierra a Belén.
Y la pequeña Belén se encontraba a medio camino entre Jerusalén, Hebrón y varias ciudades de gran importancia.

José ya era de Nazareth, Belén le era casi ajena.

Por eso se dirigen a una posada.

Imaginemos la situación: edicto del César, rutas colmadas, la pequeña Belén, la que seguramente tendría un solo alojamiento, una sola posada y que es de presumir que estuviera colmada de viajeros.

Ante el pedido angustiado de José – María estaba en las lides del parto nos cuenta el evangelista Lucas – obtienen una respuesta tajante:

- No hay lugar –

Y sucede lo impensado.

El niño por nacer, el Mesías esperado por siglos, el vástago de la Casa Real de David, ni siquiera puede nacer en un lecho común, como los demás hombres.

(No quería un palacio, sólo ser uno más entre los hombres)

Pero un rotundo – No hay lugar – lo confina a una gruta que servía de refugio nocturno al ganado.

El Hijo de Dios nace rodeado de animales porque los hombres le niegan la entrada.

La angustia del carpintero se traslada hoy al corazón de cada uno de nosotros.

- ¿No hay lugar? –

Porque si no lo hay, un niño que es nuestro Dios no nace en nosotros.

Y si Jesús no nace en nosotros, no hay Navidad posible.

(Sólo basta con entreabrirle un poco la puerta del alma.)

Paz y Bien

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