Ese Cristo que nos asombra




Para el día de hoy (04/02/15) 

Evangelio según San Marcos 6, 1-6





Jesús ha regresado a su patria chica, a su querencia, a esa Nazareth que lo ha prohijado por treinta años, y seguido de sus discípulos, en pleno Shabbat, se pone a enseñar en al sinagoga.

Sus paisanos no salen de su asombro.
Conocen a su madre María, conocen su oficio artesanal, conocen a sus parientes. Quizás la omisión de José de Nazareth es deliberada, un velado insulto referente a un nacimiento irregular.
Sucede que esas gentes lo han visto crecer, desde niño de pecho hasta ese hombre hecho y derecho que ahora contemplan. Ha jugado con sus hijos, ha participado de los actos religiosos de su pueblo como todo varón judío. De Él esperan que continúe su oficio, que lleve una vida apacible aún en la pobreza, que no genere conflictos ni escándalos, que se case y tenga una amplia y bulliciosa prole.

Pero este joven los descoloca por completo. No es para nada aquel que ellos esperan, o mejor dicho, no encaja en el molde que le han destinado, y tal vez el escándalo es mayúsculo precisamente por eso, por no adecuarse este Cristo a la imagen que se han forjado de Él. A todo ello, el temor de su enfrentamiento abierto con las autoridades religiosas, la sanación de tantos enfermos, y que les predicara a un Dios bondadoso, cercano, rico en misericordia, Papá, tan distinto al que pretender conocer, en las antípodas de ese Dios lejano, severo y castigador que enseñan los escribas.

En su querencia no podrá realizar signos / milagros por la falta de fé de los nazarenos, y esto no puede pasarse por alto: los milagros son urdimbre santa entre la fé del hombre y el amor de Dios, espejo cierto de la Encarnación.

Quiera Dios que este Cristo siempre nos desconcierte. Que jamás deje de asombrarnos. Que nos cimbree las estanterías piadosamente banales que nos hemos fabricado en pos de una comodidad sin compromiso.
Que cada día nos vuelva a sorprender el misterio de su presencia y su compañía, de esa Salvación que no nos merecemos pero que se nos brinda florecida en bondad, incondicional, infinitamente generosa.

Paz y Bien


1 comentarios:

Caminar dijo...

Gracias por las últimas palabras de la entrada.
Un saludo en cristo

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