Cruz y seguimiento














Para el día de hoy (17/02/17):  

Evangelio según San Marcos 8, 34- 9, 1



En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la cruz era símbolo de espanto: método por excelencia elegido como pena capital por la potencia imperial romana, se reservaba especialmente para los delitos más graves y para los reos más marginales y abyectos. Además, en la tradición judía, cruz significaba una maldición irrecuperable.
Al crucificado se lo hacía agonizar entre terribles dolores y luego de su fallecimiento se le dejaba bien a la vista, en macabra exhibición que buscaba desalentar cualquier actitud sediciosa, un castigo ejemplificador para los demás.

No es poca cosa. Contrariamente a cualquier lógica y razonabilidad, el Maestro señala que los verdaderos discípulos, aquellos que lo sigan, han de cargar su cruz.
No podemos perder de vista que es Cristo quien encabeza la procesión, al contrario de tantos que impulsan el ¡coraje, vayan!. Pero más aún, seguir a Cristo en toda su dimensión y plenitud implica estar dispuesto con la totalidad de la existencia a ser un marginal, considerado un criminal abyecto y un maldito.

En el Reino las cosas, decididamente, son al revés de la lógica mundana.

La vida se gana cuando se la entrega generosamente y sin condiciones, cuando se hace ofrenda, cuando se muere para que otros vivan.
Lejos de cualquier apología del dolor, es la decisión perpetua de humilde oblación que se multiplica como salvación infinita y asombrosa, tal como Cristo multiplica panes y peces para las ovejas sin pastor.

Paz y Bien

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El dolor, siempre por amor. Y como el Señor quiera, cuando Él decida y a su manera. Así podremos estar seguros que no nos hemos escogido la cruz, sino que hemos aceptado la que Él nos quiere confiar. Y como la abrazamos porque queremos obedecerle, y eso porque nos ama y le amamos, su Fuerza reside en nuestra docilidad a la Santa Voluntad del Señor. Un abrazo, hermano querido. Dios te bendiga!

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Con la cruz al hombro y el hermano en el corazón, la Palabra en las entrañas y el sí dado hasta los huesos.

Gracias por tus palabras, Felicitas.

Un abrazo grande y un gran fin de semana

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