Cuando un niño nace



Para el día de hoy (23/12/13):  
Evangelio según San Lucas 1, 57-66



(Todo tiene un tiempo de maduración. de crecimiento. Las soluciones mágicas, instantáneas, automáticas suelen ser deseables pero poco humanas y muy ajenas. 

Ese tiempo a menudo no es mensurable con facilidad, ni suele haber tablas preestablecidas.Y cuando hablamos de kairos, el tiempo propicio de Dios, hablamos del momento oportuno para que sucedan las cosas, en contraposición a kronos, el tiempo sucesivo, secuencial, cronológico.

A Isabel le había sucedido así. En el transcurrir de su existencia todo parecía resuelto y definitivo; imposibilitada de concebir y cercana a la ancianidad, es más una abuela próxima a la muerte que una mujer floreciente de maternidad. 
Toda su vida había deseado ese hijo improbable, y contra toda previsión ahora lo que parecía imposible al fin acontecía. Un embarazo maduro la encendía y le renovaba toda su existencia.

Porque cuando un niño nace, es la vida misma la que se renueva y recrea.
Ese bebé nacido en las montañas de Judea es plenitud para Isabel, que se vuelve mujer plena en su maternidad.
Es esperanza y palabra recuperada en las esperanzas del viejo sacerdote Zacarías, su padre.
Es alegría que se comparte con parientes y vecinos, alegría que hacen suya los demás. Con esos mansos fervores campesinos, con sereno festejo barrial, está la picardía de apropiarse de ciertas cuestiones.

No hay malicia en ello. Aunque haya algo de error, es cuestión de afectos, y vecinos y parientes quieren opinar sobre el nombre que se ha de imponer al bebé reciente. Debe llamarse como su papá, debe mantenerse la tradición. Es un cálido ambiente comunitario donde todos son valiosos, donde la vida se expande y puede crecer pacíficamente cuidada, albergada por muchos corazones. En todo eso, hoy estamos en un serio y persistente default.

En cierto modo también, ciertos empecinamientos respecto de los niños implica el proyectar en los hijos las ansias propias, los propios sueños truncos, lo que imaginamos para ellos. Pero los hijos no son nuestra propiedad absoluta ni prolongaciones de nuestras menguadas existencias. Ellos tienen vida propia que ha de crecer, una identidad a desplegarse, un destino único e irrepetible a edificar.

Juan es bendito desde el mismo seno materno por el amor misericordioso de Dios con su gestación asombrosa e imprevista, con la visita temprana del Salvador, con el respetuoso amor inquebrantable de sus padres. Juan es su nombre declara Zacarías e Isabel tampoco retrocede.
Ese hijo que Dios -la vida misma- les ha regalado como una indescriptible bendición ha de tener alas propias, un horizonte muy personal, un nombre que lo distinga. Ese hijo será para muchos una luz en medio de tantas sombras por su integridad, por su fé, por el compromiso que respira y la verdad que trasluce.

Ese hijo es asombroso y la mano de Dios está con él, y la mano de Dios está en cada niño que llega, símbolo y señal de ese Niño que será de todos -todo en todos-, Bebé Santo por el que todos los niños son sagrados, por el que todos los bebés reafirman la tenacidad de una vida que no baja los brazos)

Paz y Bien

 

3 comentarios:

José Ramón dijo...

Felices Navidades Saludos

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Muy felices Navidades para tí y los tuyos, amigo.
Que Dios bendiga tu vida y la de tu familia.
Un saludo fraterno
Paz y Bien
Ricardo

Ludmila Hribar dijo...

Paz y bien tambien para vos Ricardo y tu familia en esta nueva Navidad para que en recogimiento, silencio y oración sepamos escuchar la voz del Niño Dios e interpretar sus designios.

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